Cuando a uno le avisan de que se va a marchar al extranjero a
realizar un intercambio europeo, con cuatro adolescentes a su cargo y dejando a
unos padres (lógicamente) preocupados por el bienestar de sus vástagos, a uno
le puede dar un poco de reparo. Digo reparo, por no decir ansiedad. Hasta ahí,
todo normal.
Sin embargo, cada irrepetible momento de incertidumbre que todos
los profesores y estudiantes de España, Turquía, Francia, Alemania, Irlanda del
Norte y Países Bajos experimentamos durante la semana de la movilidad “C2
Wolfsburgo” nos ha unido más y más, como grupo y como individuos, en una
especie de utopía pedagógica transnacional.
La experiencia de Wolfsburgo ha sido intensa, positiva y muy
efectiva en el corto, medio y largo plazo. Los estudiantes, la gran mayoría de
14 años, no solo se han divertido con sus respectivos profesores (a los que,
por cierto, han conocido en un contexto completamente diferente al del aula
ordinaria), sino que han convivido literalmente con familias cuyos hijos también
eran estudiantes participantes en el proyecto MUSEums. Nuestras alumnas han
tenido que dejar a un lado su timidez e inseguridad para comunicarse, han
aprendido in situ que el inglés es mucho más que una asignatura del currículum
y que su verdadero valor recae en su utilidad en el mundo globalizado en el que
nos ha tocado vivir. Aunque aún no lo sepan, aprender esa valiosa lección con
14 años, les va a servir para derribar barreras psicológicas contra las que
todavía muchos adultos siguen batallando.
Los museos “estrella” de esta movilidad europea en Wolfsburgo,
hilos conductores de toda la experiencia, han sido el Autostadt, una
espectacular “ciudad de los coches” que Volkswagen creó en en el año 2000, los
antiguos pasos fronterizos de Hötensleben y Marienborn, y el Centro de Ciencias
Phaeno, un museo interactivo en el que todo se puede experimentar.
Nuestros recuerdos de estas actividades son fantásticos. Autostadt
recibe dos millones de visitas al año y ahora entendemos el porqué. Además de
la calidad de las instalaciones y los automóviles en exhibición, el concepto
del complejo va mucho más allá que el de un simple museo de coches. La historia
y la vanguardista tecnología alemana se unen en este lugar para conmemorar el
nacimiento de Wolfsburgo, una ciudad que debe su fundación a la marca
automovilística Volkswagen.
La historia reciente de Alemania ha sido determinante no solo para
Europa, sino todo el mundo, sin embargo, la mayoría de alumnos que acudió a la
movilidad no está familiarizada con aquel orden internacional polarizado en dos
grandes bloques. Los anfitriones organizaron una visita guiada por la antigua
frontera de Helmstedt-Hötensleben, en la que los alumnos se aproximaron a
conceptos como los de comunismo y capitalismo, entre otros. La visita guiada
concluyó en el paso fronterizo más grande e importante de Europa hasta 1990, el
de Marienborn.
La ciencia también ha sido protagonista de este intercambio
europeo. Patrocinado por Volkswagen, el Centro de Ciencia Phaeno está
especializado en la divulgación científica de la física, la química y la
biología a niños y jóvenes. Su metodología se basa en la experiencia; la
ciencia se toca. Los estudiantes disfrutaron en especial de este museo, el cual
se construyó en la década de los años 50 con el objetivo de dinamizar la vida
cultural de la ciudad de Wolfsburgo.
La sinergia emocional e intelectual que se ha creado entre los
profesores y alumnos es el cimiento que asienta el proyecto MUSEums, una
iniciativa que comenzó en 2017 y a la que aún le quedan tres movilidades más:
Belfast, Sevilla y Estocolmo.